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sábado, 8 de octubre de 2011

Mueren más soldados de EEUU por suicidio que en combate



Durante 2010 -y por segundo año consecutivo- más soldados de EEUU murieron por suicidio (468) que en combate (462).

Los estragos del suicidio entre las tropas expedicionarias del imperio estadounidense fue la noticia elegida como la más censurada entre las 25 “historias top” seleccionadas este año por el anuario Censurado 2012, lanzado el 4 de octubre 2011 por el Proyecto Censurado que encabezan académicos de la Universidad Sonoma State de California y otras casas de estudios superiores, liderados por Peter Phillips y Mickey Huff, en colaboración con 105 profesores y 244 estudiantes de 19 universidades.

Esta noticia, ocultada celosamente por el aparato militar estadounidense, no fue publicada en ningún medio “importante”. Proyecto Censurado la obtuvo de diversas fuentes y autores independientes, la investigó, confirmó y validó. Entre otras publicaciones, apareció relatada por Chris Hedges, de Truthdig, el 21 de marzo 2011, bajo el título “Muerte y Después en Iraq” (http://www.truthdig.com/report/item/the_body_baggers_of_iraq_20110321) y por Cord Jefferson, de Good, el 27 de enero 2011, con el título “Más soldados de EEUU mueren por suicidio que en combate en 2010” (http://www.good.is/post/more-us-soldiers-killed-themselves-than-died-in-combat-in-2010). 

“Porque lo ignoramos, por favor háganos saber si usted… conoce alguna causa que induzca a la gente a cometer suicidio”, clamó el general Peter Chiarelli en el periódico Army Times (Los Tiempos del Ejército). El suicidio es una reacción humana trágica pero predecible cuando se es convocado a matar -y observa que sus amigos son muerto- en una guerra basada en mentiras, afirmó Chris Hedges. Quizás el hecho de ser forzados a empacar la carne destrozada de sus compañeros soldados podría ser otra razón que está influyendo en recurrir al suicidio. 

“¿Empaque de cuerpos…? ¿Oyó alguna vez el término?”, preguntó Chris Hedges. “Éste es el trabajo de los soldados del Cuerpo de Marina adscritos a la Unidad de Asuntos Mortuorios de la base Al Taqaddum, Iraq: recoger y catalogar los cuerpos de infantes de marina muertos. Tamizan los restos de los soldados, recuperan las fotos del baile de fin de curso, obtienen las notas de suicidio y las cartas de amor y luego ponen todo, sus restos y efectos personales, en bolsas, cajas de metal y refrigeradores. La ex soldado Jess Goodell relató que un infante de marina fue llevado a la unidad mortuoria cuando todavía respiraba. Ella llamó frenéticamente a sus superiores, quienes simplemente respondieron “espera”. La mujer soldado observó mientras el marine murió. Cuando Goodell regresó a EEUU, como a muchos otros le diagnosticaron depresión, abuso de sustancia, PTSD (Desorden de Stress Post-Traumático) y ansiedad profunda. 

“Excluyendo accidentes y enfermedades, 462 soldados murieron en combate, mientras 468 se suicidaron. La diferencia de seis no es de ninguna manera extensa, pero el simbolismo es significativo y preocupante. En 2009, hubo 381 suicidios de personal militar, un número que también excedió la cantidad de muertes en combate”, escribió Cord Jefferson, editor de www.Good.is

Jefferson ironizó que las autoridades militares anunciaran en enero de 2011 que en 2010 se habían reducido los suicidios entre soldados activos, mientras aumentaron los suicidios de reservistas y personal de la Guardia Nacional. Para tales autoridades esto probaría un mejor funcionamiento del personal psicológico que atiende a los activos, mientras los reservistas y los soldados de la Guardia deben lidiar con la burocracia médica militar y, simplemente, se necesitarían más revisiones médicas. Pero estos nuevos datos más bien indican que para los soldados norteamericanos ahora son más peligrosos ellos mismos que los insurrectos que pretenden enderezar hacia la “democracia” tal como la concibe EEUU. Se puede concluir que la “carne de cañón” estadounidense. Generalmente de extracción social baja, también tiene problemas internos bastante graves. Para el periodista Jefferson, “el sistema todavía está muy, muy quebrado”. 

Uno de los problemas que obstaculizan la tentativa militar de entender los suicidios de soldados es que no conocen la razón real, ni qué clase de soldado se está matando. Aunque muchas víctimas de suicidio fueron diagnosticadas con “desorden de stress post-traumático” por haber hecho frente a combates pesados en Oriente Medio, la verdad es que muchos suicidas nunca fueron desplegados en el exterior. De los 112 soldados de la Guardia que se suicidaron en 2009, más de la mitad nunca abandonó el suelo norteamericano. Lo que queda claro es que quienes son enviados por el complejo, militar, industrial, financiero, político y mediático de Washington a llevar sufrimiento a países pobres, débiles y a arrasar con sus pueblos desconocidos, también enfrentan conflictos con el despiadado sistema militar imperial. 

El ignorado trabajo mortuorio 

Chris Hedges relató en su columna de Truthdig.com que la joven Jess Goodell se alistó en la Infantería de Marina después de graduarse en la secundaria, en 2001. Se ofreció voluntariamente tres años más tarde para servir en la primera unidad mortuoria oficialmente reconocida por el Cuerpo de Marines, en el campo Al Taqaddum, en Iraq. Su trabajo, por ocho meses, consistió en recoger y catalogar cadáveres y efectos personales de infantes de marina muertos. Ponía los restos de los jóvenes en bolsas para transportar cadáveres y colocaba estos envases en cajas de metal. Antes de ser enviadas a la base aérea de Dover, las cajas quedaban almacenadas, a menudo por días, en una unidad refrigerada conocida como “chaquetón” (“reefer”). Su trabajo fue denominado “procedimiento”. 

“Pasamos por todo”, dijo, cuando la conseguí por teléfono en Buffalo, NY, donde estudia un Ph.D, escribió Chris Hedges. Este fue el relato de Jess Goodell: 

 “Obteníamos todo lo que tenía el cuerpo del marine. Todo el mundo tenía una copia de las reglas de enfrentamiento en su bolsillo del pecho izquierdo. Usted encontraba las notas que la gente se había escrito unos a otros. Usted encontraba listas. Las listas eran comunes: las cosas que quisieron hacer cuando regresaran al hogar o la comida que quisieran ingerir. Lo más difícil eran las imágenes. Todo el mundo tenía una imagen de su esposa, sus niños o su familia. Y entonces usted tenía a los más jóvenes, que pudieran tener 18 años, y tenían fotos del baile de fin de curso junto a imágenes de lo que me imagino fueron sus primeros automóviles. Todo el mundo tenía una cuchara en su chaleco antibala. Había bolígrafos, basura, envolturas y alimentos listos para comer. Todo ello conseguiría enviarse [a los hogares de los infantes de marina].

“Teníamos todos la idea que en cualquier momento podría estar uno de nosotros en la tabla”. dijo Jess. “Imagino a los infantes de marina pensando que fuimos allí a morir. Y la gente escribió cartas diciendo ‘si muero quisiera que supieras que te amo’. O ‘quisiera que mi automóvil sea de mi hermano menor’. Cosas así. Llevaban esas cartas en sus cuerpos. Tuvimos un infante de marina que ‘procesamos’ y en su cartera conservaba una imagen de un ecograma del bebé que le había enviado su esposa embarazada. Y muchos marines habían tatuado su información vital debajo de una axila. Se llamaba etiqueta de la carne”. 

“La unidad procesaba una media docena de suicidios”. Las notas de suicidio -dijo Jess Goodell- casi siempre citaban novatadas. Las mujeres –relató- fueron acosadas constantemente, especialmente en lo sexual, pero a menudo no hubo castigo sistemático, pero sí humillación para los hombres que fueron considerados como infantes de marina inadecuados. Dijo que los infantes de marina obesos que no podían hacer el entrenamiento requerido recibían mal trato verbal y abusos físicos. Eran llamados “gordos repugnantes” y “bolsas de mierda”. Asignaban a los marines acosados a otros infantes de marina que los hacían sus esclavos. Los enviaban a castigos de rutina donde muchos vomitaban. Serían “oso de arrastre”, obligados al paseo forzado a través de toda la extensión de un campo de fútbol y detrás. A esto seguían los sistemas del “mono fornicado” doblándose hacia abajo, asiendo sus tobillos, agachándose como un colector del béisbol y, después, colocándose otra vez hacia arriba, seguido por una serie de otros ejercicios que se repetían hasta derrumbar a los infantes de marina. 

“Hacían que estos infantes de marina hicieran lo que llamaban trabajo de ‘puta’”, dijo Goodell. “Les asignan para ser ‘la perra’ de algún otro por el día. Teníamos a un individuo obeso en nuestro pelotón, no en Iraq sino en California. Se le consideró físicamente inadecuado, que significó enviarlo a entrenamiento físico adicional. Cuando regresó a trabajar lo rotaban. Un día estaba con este cabo o este otro sargento. Un día me lo enviaron. Lo tuve por una hora. Recuerdo haberlo enviado a llevar alguna cosa. Era muy común hacerlos cavar un agujero y llenarlo de arena o trasladar las bolsas de arena hasta la cima de una colina y después llevarlas abajo otra vez”. Suicidios en el baño portátil 
La unidad fue enviada a recoger cuerpos de infantes de marina que generalmente se mataron poniendo los rifles bajo sus barbillas y accionando el disparador. 

“Teníamos un infante de marina que estaba en un baño portátil cuando se disparó a la cara”, dijo. “Tuvimos otro que se metió un tiro en el cuello. A menudo, lo hacían en la esquina de un bunker o de un edificio abandonado. Tuvimos un par que lo hizo en “toilets” portátiles, llamadas “porta-johns”. Tuvimos que entrar, pelar y arrancar los pedazos de carne y de tejido cerebral que habían rociado las paredes. Ésos eran los cuerpos de frustración que conseguíamos. En esos cuerpos trabajábamos también como equipo de limpieza. Era terrible. Enviábamos las notas de suicidio a casa con los cuerpos. “Teníamos, luego, el trabajo de papeleo para tomar la huella dactilar, pero comenzamos a conseguir cuerpos que no tenían ninguna mano o conseguíamos cuerpos que apenas eran carne”, explicó Goodell, quien publicó su experiencia bajo el título “Shade It Black: Death and After in Iraq” (“Sombra en Negro: Muerte y Después en Iraq”). El título del libro alude el recurso que necesitó la unidad mortuoria: sombrear en negro las partes del cuerpo que faltaban en un cadáver. “Llegó a ser muy rápidamente inútil tener un formulario para huella dactilar que completar. Para el momento en que conseguíamos un cuerpo podía ser que hubiera pasado un tiempo y el rigor mortis ya se había fijado profundamente. Las manos estaban generalmente apretadas, como si todavía sostuvieran su rifle. No podíamos enderezar los dedos fácilmente”. Fuentes: -“Death and After in Iraq”, Chris Hedges, Truthdig, March 21, 2011. 

http://www.truthdig.com/report/item/the_body_baggers_of_iraq_20110321-“More US Soldiers Killed Themselves Than Died in Combat in 2010,” Cord Jefferson, Good, January 27, 2011.
 

http://www.good.is/post/more-us-soldiers-killed-themselves-than-died-in-combat-in-2010 
 -“Can You Face the True Consequences of War? The Horror of Bagging Soldiers’ Bodies in Iraq,” Chris Hedges, Alternet, March 21, 

2011.
http://www.alternet.org/world/150322/can_you_face_the_true_consequences_of_war_the_horrors_of_bagging_soldiers%27_bodies_in_iraq/?page=1-“Ten Reasons the Iraq War Was No Cakewalk,” Medea Benjamin and Charles Davis, Alternet, March 18, 2011 

http://www.alternet.org/world/150297/ten_reasons_the_iraq_war_was_no_cakewalkEstudiante investigador: Bay Ewald, San Francisco State University Evaluador académico: Kenn Burrows, San Francisco State University *) Ernesto Carmona, periodista y escritor chileno

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