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martes, 6 de septiembre de 2011

La Revolución a la puerta.

La Revolución a la puerta.
por: Maoly Morales
Un fantasma recorre Europa…”

El capitalismo en crisis, a pesar de su incuestionable dominio, supera cada vez con más dificultad las múltiples rebeliones, insurrecciones, y protestas, que se alzan a nivel mundial. El sistema no teme mostrarse incapaz de satisfacer las necesidades más básicas de los millones que hoy lo sustentan y que sin embargo son cada vez más marginados en sus derechos. Entre esos millones comienzan a despertar unos cuantos y preguntarse porque si la torta es tan grande, ellos tienen tan poco, bueno y “así es la vida” les dice la televisión, la prensa, la empresa, y hasta el Estado. “No convence” responden los insatisfechos y empiezan a rebelarse contra todos estos agentes de la mentira, dueños y cómplices del capital.

Así frente a diversos detonantes, pero similares circunstancias, se levanta gran parte de Europa escenario que otrora represento las bondades de un capitalismo “bien ejercido”. Entre los insatisfechos resaltan países como España con el movimiento de los indignados, y cada día estallan protestas en países como Grecia, Francia, Portugal, Inglaterra, y así sigue la lista y el descontento se esparce como una plaga, Israel, la India, Chile, Mexico… El mundo está vuelto un caos y los dueños lo saben, por eso tanta precaución, tanta represión, tantos enemigos falsos contra los que se pretende erigir el miedo de los más vulnerables (el terrorismo, el islamismo, los negros, los latinos…entre otros)

En el mundo entero se está generando de forma espontánea una firme y decidida resistencia social, contra los principios económicos del capitalismo, los millones que han sido bases de este sistema opresivo, hoy estremecen su estructura, ya debilitada política, económica, social y culturalmente. El recorte de los gastos sociales; la privatización de escuelas y hospitales, la reforma del sistema de pensiones, la alta tasa de desempleo, impuestos, entre otros golpean incesantemente la vulnerable calidad de vida de los trabajadores, para quienes la vida les es hipotecada y no tienen con qué pagarla.

Los Gobiernos ceden a las presiones del Dios Mercado y resuelven solucionar los problemas del capital, cargando sobre los hombros de los trabajadores el penoso rescate financiero, el Estado de bienestar se desmorona para complacer a los menos; los millonarios y multimillonarios siguen cosechando ganancias a costa de la miseria de millones.

Es evidente que las mayorías en el mundo reclaman un cambio, es inevitable el profundo descontento social, que el peso del capitalismo ha generado en la humanidad, pero hay que advertir que no basta la insatisfacción manifiesta, es necesario asumir posiciones radicales frente al problema y no ceder bajo tentaciones de reforma, analgésicos que tarde o temprano dejan de funcionar o causan daños mayores a largo plazo. La social democracia ha fallecido y en sus cenizas renace el neoliberalismo en su estado más puro.

Es necesario construir un nuevo modelo que se adapte a las condiciones en las que hoy se desenvuelve la vida social, es necesaria la organización, la discusión, la acción revolucionaria, la transformación real.

Para comenzar es cardinal evitar el estancamiento que ha sucedido tantas otras veces, hay que avanzar y para ello, las mayorías se deben a la unión de sus demandas, al reclamo de sus derechos y a la convicción irrenunciable de que un mundo diferente no solo es posible sino necesario para la supervivencia humana. Es preciso agudizar las contradicciones y evidenciar cada vez con mayor énfasis y en cada vez en más escenarios de forma sistemática, que el capitalismo que hoy impera a nivel mundial se construye sobre los principios de la desigualdad, la explotación y la opresión. Nuestras voces deben alzarse y multiplicarse ante la indiferencia y la represión. Esa es la lucha incansable de los que hoy nos sabemos indignados, inconformes, coléricos con la realidad hostil, plagada de oprobios y sin futuro que nos presenta el mundo.

La Revolución mundial está en la puerta depende de nosotros, los millones de indignados, hacerla pasar o mirar hacia otro lado, cuál pusilánimes que prefieren vivir arrodillados que morir de pie.


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