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sábado, 12 de febrero de 2011

En la batalla de la Victoria no sólo lucharon los jóvenes

Correo del Orinoco/ 12 febrero 2011.- Soldados, veteranos y mujeres marcharon se plantaron frente al Batallón Infernal de los lanceros de llano. La mayoría de los voluntarios aprendió disparar en el propio escenario de combate

Los sacerdotes del seminario Santa Rosa de Caracas no tenían en buena estima al rudo general que irrumpió en aquel recinto con la intención de llevar a la guerra a sus estudiantes. Debió parecerles una locura; los muchachos, que no llegaban a 100, ni siquiera habían tocado un arma en su vida. Pero sabían que no podían oponerse. En efecto, este impetuoso oficial, pardo de origen y republicano radical, había emitido un decreto que obligaba a todos los hombres de 14 años en adelante, y de cualquier condición social, a alistarse a de inmediato en el Ejército para defender Caracas de las tropas de Boves, que avanzaban desde los llanos.

La orden de alistamiento era muy clara: todo el que se rehusara a cumplirla sería pasado por las armas, además, estaba vigente el Decreto de Guerra a Muerte expedido por Simón Bolívar el 15 de junio de 1813. Sin embargo, José Félix Ribas no llegó con la intención de sacar la fuerza a los seminaristas, sino que los reunió para explicarles las razones por las que los llamaba al combate.

“Aunque no se tiene registro escrito de qué fue lo que dijo, los testimonios de la época cuentan que en su arenga Ribas llamó a los estudiantes a defender a sus familias, a sus madres y hermanas”, señala el historiador Néstor Rivero. Y el discurso causó efecto, la gran mayoría accedió a alistarse voluntariamente, “porque su motivación era defender a los suyos y a la Patria, que tres años antes se les había prometido y que ahora estaba a punto de perderse”, agrega Alejandro López, investigador investigador del Centro Nacional de la Historia.

Así, Ribas consiguió sumar entre 8o y 85 voluntarios a sus precarias fuerzas, que el historiador Manuel Pérez Vila ubica en 1.200 hombres, aunque otras referencias hablan de 1.500 soldados. Dee se total, no menos de 700 eran adolescentes salidos del seminario, de la universidad de Caracas, de colegios e incluso del seno de familias humildes. Pero en la caravana que machó hacia La Victoria el 10 de febrero de 1814, también iban unos cientos de soldados oficiales patriotas, algunos veteranos y mujeres dispuestos a plantarse frente al temible Batallón Infernal del Taita Boves.

PUEBLO CONTRA PUEBLO

Néstor Rivero llama la atención sobre el hecho de que a Ribas le costara tanto reunir hombres para enfrentar a las tropas realistas, cuyo poder se basaba en la fuerza, la destreza y la bravura de miles de hombres del pueblo: los llaneros.

“Es muy importante analizar la Batalla de La Victoria a la luz de la disparidad en la participación del pueblo en un bando y en otro. Hay que preguntarse por qué había tan poco pueblo con Ribas”, reflexiona Rivero. Su respuesta apunta a los conflictos de clase que marcaban la sociedad de la época: “La gente del pueblo veía a los comandantes patriotas como explotadores, pues en su mayoría eran terratenientes blancos, dueños del ganado y las haciendas. Mientras que José Tomás Boves luchaba contar ellos y les ofrecía venganza”.

El historiador apela a la experiencia de la Primera República (1810-1812), que no planteó las reformas sociales que sectores explotados y discriminados aspiraban a lograr. Ahora, cuando la Segunda república estaba a punto de perderse, la causa republicana tenía dificultades para recomponer su Ejército, precisamente por falta de hombres, muchos de los cuales peleaba al lado de los españoles.

Los mantuanos entendían la situación, advierte Rivero, y habían tomado conciencia de la fuerza del pueblo en armas, “pero eran tan reaccionarios, tan conservadores, que preferían morir como mantuanos antes que ceder cualquiera de sus privilegios”, sentencia.

Rivero acota que, además, en ese momento todavía no había terminado de fraguar la idea de patria como una unidad política o geográfica. “Arismendi era el gobernador militar de Caracas, pero para él, la ‘patria’ era Oriente; las provincias de Cumaná y Guayana. Del mismo modo que lo andinos se consideraban gente de Mérida”.

Lo cierto es que el 12 de febrero, a poco de salir el sol, dos bloques de hombres venezolanos se trabaron en una dramática y sangrienta batalla. Testimonios del combate -recreados luego por Uslar Pietri y Eduardo Blanco en Lanzas Coloradas y Venezuela Heroica- relatan que los llaneros de Boves se veían obligados a repetir las cargas contra las posiciones patriotas porque sus caballos resbalaban sobre la sangre coagulada.

VENCER O VENCER

Los patriotas habían instaurado la Segunda República hacía menos de un año luego del éxito de la Campaña Admirable, y el imperio español estaba decidido a aniquilarla. Y José Félix Ribas estaba en La Victoria, junto a sus oficiales, dándole cursos a una tropa de niños de cómo disparar, recargar y calar bayoneta a pocas horas de iniciarse los embates del enemigo. Para la historia quedó garbada la arenga con la que dio el último empujón a sus combatientes:

“Soldados: Lo que tanto hemos deseado va a realizarse hoy: he ahí a Boves. Cinco veces mayor es el ejército que trae a combatirnos; pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la patria; mostrarles vuestra omnipotencia. En esta jornada que va a ser memorable, ni aun podemos optar entre vencer o morir: ¡necesario es vencer! ¡Viva la República!”

Aquello no era retórica, ya había sobradas experiencias de la crueldad de los españoles, quienes bajo el mando de Domingo de Monteverde no habían vacilado en ejecutar a civiles y arrasar poblados y ciudades, señala Rivero.

EL ESCENARIO DE LA BATALLA

La Victoria, terminaría por ser el choque decisivo entre dos españoles en bandos opuestos: Boves y Campo Elías, a quien el primero había vencido en La Puerta, cerca de San Juan de Los Morros. Una semana antes. Pero en realidad Boves no estaba presente, aclara Rivero, pues había sido herido en una pierna en el lance librado en Guárico. La dirección de la batalla la delegó en Morales.

Desde las 7 de la mañana, los estudiantes del Seminario Santa Rosa se mantenían firmes en la plaza de La Victoria, resistiendo los embates de las huestes de Boves. Hermanados con soldados de infantería y hombres de distinta condición reclutados a última hora, estos jóvenes tragaban pólvora de fusiles y artillería y se veían cubiertos con su sangre, la de sus compañeros y la de sus enemigos.

“Los testimonios de la época dan cuenta de una serie sangrientos enfrentamientos a lo largo del día. Fue un combate librado a todo dar y sin cuartel de ningún tipo”, comenta López, quien afirma que las tropas de Boves superaban quizás tres y cuatro veces a las fuerzas patriotas, “que en general estaban muy disminuidas en ese momento”.

Las posiciones y las circunstancias de batalla fueron escogidas por Bolívar y por el mismo Ribas. Desde el comienzo tomaron control de las vías de acceso, lo que de algún modo los favoreció. Para entonces ya los patriotas conocían los movimientos de Boves, con quien habían trabado varios combates”.

Se habla de unas nueve horas de ataques y contraataques, incursiones y resistencia. Los jinetes realistas lograban avanzar hasta la plaza y muchos morían en plena barricada, pero no sin antes hundir sus lanzas en los cuerpos de los patriotas. Buena parte de la lucha fue cuerpo a cuerpo y a cuchillo.

“Finalmente, es Campo Elías con poco más de 200 jinetes, quien sella la victoria, al entrar en combate y acorralara a los realistas, quienes no lograron contener el embate”, comenta López.

LA MORAL FORTALECIDA

Si hoy en día la Batalla de La Victoria tiene dimensiones épicas, mucho mayor fue su efecto moralizante. c Rivero llama la atención sobre la tragedia de 1814, quizás el año más terrible de toda la Guerra de Independencia. Y para ilustrar lo que trata de expresar, evoca la Emigración a Oriente, que se inició el 7 de julio, cuando ya era incontenible el avance de Boves sobre Caracas.

Bolívar tuvo que evacuara a cerca de 22 personas -entre mujeres, niños y niñas, ancianas, ancianos y hombres- hasta las costas de Oriente. Pero apenas sobrevivieron 9 mil, de las cuales un número importante de todas maneras fue masacrado en Cumaná y sus alrededores.

Pero hay algo que Rivero destaca como enseñanza. La Batalla de La Victoria y la Emigración a Oriente demostraron que las venezolanas y los venezolanos comprometidos con la causa patriótica “ya no estaban dispuestos a rendirse ante los españoles. Iban a dar la pelea o a morir, pero no se entregarían jamás”. Y ese sería el espíritu que impregnaría la lucha en los años sucesivos.

T/Carlos Ortíz
I/Loaiza

JOSÉ FÉLIX RIBAS Y SU TIEMPO HISTÓRICO

Perteneciente a una de las familias mantuanas de mayor prestigio en las psotrimerías del período colonial, José Félix Ribas forma parte del grupo de jóvenes aristocratas que abrazan el ideal de la Independencia de Venezuela frente a España con la mayor devoción.

Ribas personifica el conflicto de una clase que oscila entre la propuesta de emancipación política absoluta respecto a la metrópoli y el otorgamiento de reivindicaciones estratégicas a las clases sociales que conformaban la mano de obra esclava y feudal sobre la cual se sustentaba el orden de castas y estamentos edificado en el territorio venezolano durante los trescientos años que precedieron a la Guerra de Independencia.

La Venezuela que va de 1810 a 1821 (desde el Grito del 19 de Abril hasta la Batalla de Carabobo) se se caracterizaba por un tejido de relaciones esclavistas-feudales que debía garantizar a las clases poseedoras su condición de privilegio frente a la mano de obra esclava y enfeudada en el marco de la doble transición que se operaba en Venezuela: a) por una parte, en cuanto a las relaciones internas de poder, la ruptura definitiva del régimen colonial con la Península y el entronizamiento de las castas mantuanas -y los núcleos que emergían victoriosos de la guerra-, detentadores del poder político interno; y b) por otra parte, y en el marco de la transición de la hegemonía del cacao, por la del café, como principal producto venezolano de exportación, la inserción de la economía venezolana en las rutas de la división internacional del trabajo, precisamente en la época en que se materializaba la Revolución Industrial en Europa y Estados Unidos.

José Félix Ribas, miembro de una familia que poseía grandes extensiones de tierra en el centro del país se integra -al lado de otros apellidos asentados en la gran propiedad territorial, como los Toro, los Tovar, los Álamo y los Bolívar, entre otros- al núcleo radical de dicha clase mantuana para conspirar contra el orden colonial español y establecer un modelo de República con un ingrediente social que se sobreponía a los cánones conservadores que predominaban en la clase de la cual formaba parte. Su asistencia al acto de ajusticiamiento de José María España, en la Plaza Mayor de Caracas, su asidua presencia en las tertulias de la “Cuadra Bolívar” y en la casa de los Ustáriz, e igualmente su participación como “Diputado de los Pardos” en los sucesos del 19 de Abril y las sesioens de la Sociedad Patriótica, indican que el futuro “Vencedor de los Tiranos en la Victoria”, además del coraje y resolución demostrado en el campo de las armas, poseía ingredientes de un compromiso revolucionario que sobrepasaba la visión mantuana tradicional.

T/ Néstor Rivero

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