Por: Néstor
Francia
Le iba a poner otro título a este artículo, pero a
pesar de ser más atinado, tenía un grave defecto, era demasiado elegante:
“Realidad de la crítica y crítica de la realidad”. La gente no quiere tantos
rodeos, exige a los trabajadores del pensamiento que sirvan carne cruda, no
como los políticos de oficio, que suelen presentar los platos aliñados y
cocidos. El título desechado apunta al contenido de este texto: la existencia
de una fuerte corriente de revolucionarios críticos y el papel de los mismos en
la crítica de la realidad revolucionaria.
Antes de abordar estos dos aspectos, digo de una vez que no voy a ser de
los que le hacen propaganda al Gobierno, no porque el chavismo no tenga
importantes logros y actuaciones, y buenas intenciones de sobra, sobre todo al
nivel de sus bases, sino porque los propagandistas ya abundan: medios del
Estado, voceros políticos, intelectuales “orgánicos” del chavismo. Ellos
seguirán haciendo su trabajo. Muy bien, yo haré el mío: empuñar el garrote
crítico y repartir palo a diestra y siniestra, para seguir siendo un carro sin
frenos. Ahora se justifica el título finalmente escogido.
El impetuoso torrente crítico cuenta con nombres
importantes: Luis Britto García, Julio Escalona, José Sant Roz, David
Paravisini, Roberto Hernández Montoya (recomiendo ampliamente su más reciente
artículo que pude leer en Aporrea.org, bajo el título “Termitas”) y otros. Por
supuesto, no es que comparta necesariamente todos sus planteamientos, así como
ellos no adosarán todos los míos, pero respeto mucho a quienes siembran la
planta de la inconformidad, que produce la brillante flor de la duda y el fruto
alimenticio de la diversidad, bienes que han hecho que el hombre devele unos
cuantos enigmas del Universo, abra caminos al conocimiento y explaye uno de los
principales atributos humanos, la creatividad.
Muy notable es que los revolucionarios críticos
abundan como la hierba al nivel del chavismo de base. Esto ya lo percibía, pero
se me ha evidenciado mucho más después de la gran difusión de mi artículo-detonante
“La victoria pírrica”, que ha corrido
como el viento por redes digitales. Ese es el mérito que me enorgullece:
he logrado liberar aun más el uso colectivo del debate, una de las principales
herramientas útiles en manos del pueblo. Inclusive me conforta que esta
corriente crítica no deja de estar presente entre muchos Constituyentes que
provienen del sector de trabajadores y de comunas, por ejemplo. Sobre todo unos
cuantos, que representan casi todos a la provincia, me plantean su
inconformidad con distintas manifestaciones de burocratismo, corrupción,
autoritarismo político, militar y policial, ineficiencia y otros males que
hacen peligrar el destino de la Revolución.
Un camarada me planteó que este movimiento crítico
tiene el defecto de ser inorgánico y disperso. Esto es cierto, acaso tenga que
ver con el hecho de que no es una corriente homogénea y que, claro está, no
tiene ni creo que llegue a tener apoyo del Estado para contactarse, reunirse,
contar con locales y logística, todas esta cosas necesarias para una hipotética
organización. Por ahora se trata de un fenómeno silvestre, callejero, realengo,
pero esto tiene también para mí su encanto, pues le permite mantenerse fresco,
vibrante y libre del secuestro del Estado burgués que nos rige.
En modo alguno creemos que la eclosión de una
importante corriente crítica deba comprometer la unidad antiimperialista que se
le impone al movimiento revolucionario venezolano. Claro que ese es un riesgo,
pero podemos evitarlo si se entiende el debate como una actividad humana
natural. He podido constatar la existencia de sectores conservadores en el
chavismo, no solo al nivel de la Dirección, sino también en el de las bases,
sobre todo en un importante segmento de la militancia de base del PSUV. Algunos
de estos tienen la tendencia a satanizar la crítica y evadir el debate. Ellos
también tienen la posibilidad de expresarse e incluirse en la discusión, y
evitar la tentación de la descalificación fácil y simplona. Hay quienes piensan
que la crítica sirve a los intereses del imperialismo y de la derecha. Yo, por
el contrario, creo que lo que ayuda a los enemigos es precisamente lo
criticado: el burocratismo, la corrupción, la ineficiencia, el dogmatismo, el
sectarismo, el jalabolismo, el arribismo, el discurso desgastado y alienado.
Ya antes de las elecciones del 20 de mayo habíamos
previsto algunas cosas que pasarían desde el 21 de mayo. Veamos parte de lo que
escribí en un análisis que circuló el 12 de mayo pasado por redes digitales:
“Nos enfrentaríamos, si todo sale bien en las elecciones, a un claro dilema: o
la Revolución se estanca (que es lo mismo que retroceder) o avanza. Se seguirán
cumpliendo los presagios de Marx, y la Humanidad seguirá su curso de radicalización
de la lucha de clases mundial. Continuará en desarrollo la contradicción
principal de la época entre el imperialismo y sus aliados, por un lado, y los
pueblos y naciones soberanas, por el otro. Esa gran contradicción condicionará
todas las demás, incluidas aquellas de cada país. En nuestro caso, se verá
también las que existen en el seno del movimiento revolucionario, que se
expresarán sobre todo entre las posiciones transformadoras y las conservadoras,
entre el Estado y el movimiento popular, entre el Poder Constituido y el Poder
Constituyente. Habrá que manejar esa lucha con tino para preservar la unidad
nacional contra el enemigo principal, el imperialismo, mientras se resuelven
las contradicciones internas”.
Hoy suscribo en todas sus líneas las ideas
expresadas en ese párrafo. Las contradicciones se seguirán desarrollando y eso
no depende de ninguno de nosotros. Están allí, macerándose, y esto nada lo
puede cambiar, salvo la resolución que tengan en el proceso dialéctico del
movimiento perpetuo.