Wyclef Jean es probablemente el haitiano más famoso del mundo. Por eso las elecciones presidenciales del 28 de noviembre en ese país, el más pobre del hemisferio, todavía devastado por el terremoto que lo redujo a escombros en enero, cobraron un nuevo interés cuando el músico inscribió su candidatura el jueves pasado. Según ha explicado, no quiere que la historia lo recuerde como alguien que, tras la devastación, simplemente siguió cantando canciones. Su aspiración ha despertado gran entusiasmo, pero también una lluvia de críticas.
Hijo de un pastor, Jean dejó su país a los nueve años para mudarse a Brooklyn. En los 90 saltó a la fama con The Fugees (abreviación de refugees, los refugiados) y después inició una prolífica carrera como solista, en la que ha mezclado hip-hop, reaggae, rock y música haitiana. En Colombia es conocido por Hips don't lie, su exitosa colaboración con Shakira. Jean siempre ha exaltado sus raíces caribeñas, muchas de sus letras tienen algún contenido político e incluso grabó una canción llamada If I was President (Si yo fuera presidente), que ahora podría tener un título profético.
Desde hace años ha recaudado dinero para su maltratado país. En 2005 fundó su organización Yéle Haití para ayudar tras una temporada de huracanes, pero fue después del terremoto de enero cuando adquirió un gran protagonismo, pues ha recaudado unos 9 millones de dólares. Desde 2007 el presidente René Préval lo nombró embajador itinerante.
Por supuesto, Jean no es el primer músico que coquetea con la política. El brasileño Gilberto Gil fue ministro del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el panameño Rubén Blades fue candidato presidencial y ministro de Turismo, por mencionar solo dos ejemplos. Otras estrellas mundiales, como Bob Geldof, Bono y la misma Shakira, han tenido una importante labor filantrópica.
Pero el caso de Haití es muy particular. Seis meses después del terremoto que mató a cerca de 300.000 personas, más de un millón siguen sin techo y aún viven en carpas alrededor de Puerto Príncipe, en condiciones precarias y con la posibilidad de que le temporada de huracanes empeore la emergencia. Todavía hay escombros por todas partes, como si la tragedia hubiera ocurrido ayer. Una sexta parte de los funcionarios del débil gobierno haitiano murió en el sismo, casi todos los edificios oficiales colapsaron y el recaudo de impuestos se desplomó.
La desconfianza entre el gobierno y los donantes ha hecho el proceso de reconstrucción todavía más lento. Como explicó a SEMANA Larry Birns, del Council on Hemispheric Affairs, es improbable que toda la ayuda internacional llegue a Haití y haya fondos suficientes para crear una base económica eficiente. "No importa mucho tener un nuevo Presidente si no tiene la autoridad para darle al país una nueva dirección", afirma.
En ese contexto se necesita un líder de extraordinarias capacidades, y muchos dudan que Jean cumpla con los requisitos, aunque tampoco hay otra opción atractiva en el horizonte.
De entrada, el entusiasmo que despierta en sus compatriotas, especialmente entre los jóvenes desilusionados de la política, es un punto a favor. Muchos opinan que ha demostrado su interés y que además ya es rico y no necesita robar. Y, como símbolo internacional, sus contactos podrían ser importantes para que el mundo no se olvide de Haití. Él, por su parte, promete rodearse de políticos capaces y enfatizar en la educación.
Pero es innegable que carece de experiencia política. Sus críticos consideran que es un representante de la diáspora, como evidencian su francés y su creole, las dos lenguas oficiales, que habla con acento, y dudan que su candidatura cumpla todos los requisitos, pues la ley exige haber residido los últimos cinco años en Haití y Jean ha vivido principalmente en Estados Unidos. Además, Yéle Haití ha sido acusada de malos manejos. Más allá de las buenas intenciones, Jean podría ser incapaz de gobernar con eficiencia y terminar por generar una gran desilusión. Los obstáculos son formidables.
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