Tony Hayward arribó a Colombia en 1992. Fue enviado por el presidente de la entonces British Petroleum (BP) para ponerse al frente de la Gerencia de Exploración. La empresa estaba en serios aprietos financieros: la Junta Directiva se había visto obligada a reducir el dividendo a la mitad y en la bolsa de Londres había serias dudas sobre la solvencia financiera del que fue el símbolo del Imperio británico. La llegada de Hayward coincidió con el descubrimiento de Cusiana y luego de Cupiagua, los dos campos más grandes de Colombia después de Caño Limón. Hasta ese momento, la producción petrolera de la multinacional estaba limitada a Alaska y el mar del Norte. Los éxitos exploratorios en Colombia sentaron las bases para la inversión en el resto del mundo en vías de desarrollo. Por años el país sería la joya de la Corona de la multinacional británica, que crecería y crecería hasta convertirse en la segunda petrolera privada más grande del mundo.
Información Relacionada Artículos■Buscando gangas La semana pasada esa alianza llegó a su fin. Paradójicamente, por otra crisis que amenazó la supervivencia de la empresa. Debido a los altos costos derivados del derrame del pozo Macondo en el golfo de México, BP se vio obligada a deshacerse de activos por 30.000 millones de dólares. Al igual que hace 18 años, la multinacional encontró en el país parte de la solución de sus problemas. Así, el martes 3 de agosto de 2010 la empresa anunció la venta de su filial en Colombia a Ecopetrol y la canadiense Talisman Energy, por 1.750 millones de dólares.
La noticia fue bien recibida en ambos lados del charco. Subieron las acciones de BP en Londres, de Talisman en Toronto y de Ecopetrol en Bogotá y Nueva York. El optimismo tiene sustento: la petrolera británica añade recursos para tapar el hueco que le dejó el hoyo en el fondo del mar; la canadiense adquiere la producción y la infraestructura que carecía en el país, y la colombiana afianza su posición dominante.
En otra época la salida de BP hubiera generado lamentaciones y angustias por el futuro de la industria en Colombia. Así ocurrió en 1998, cuando se llegó a especular que la multinacional trasladaría sus operaciones a Venezuela. Ya no. La solidez de Ecopetrol, la llegada de otras petroleras y la actividad exploratoria sin precedentes cambiaron la faz del negocio en el país.
Hace diez años nadie se hubiera imaginado a Ecopetrol comprándole a BP. Ahora se acepta como si fuera lo más natural. Esta transformación no hubiera sido posible sin la parcial privatización de la estatal petrolera, que le dio las herramientas y la flexibilidad para competir con las grandes.
Con la compra del 51 por ciento de BPX Colombia (Talisman adquirió el otro 49 por ciento), Ecopetrol aumentó su participación en los campos de Cusiana, Cupiagua, Floreña, Pauto y Dele, de los cuales ya era socia y producen 24.000 barriles diarios. Y agregó 94 millones de reservas a un precio de nueve dólares por barril, según explicó Talisman en un comunicado a la Bolsa de Valores de Toronto. También incrementó su posición mayoritaria en la planta de gas de Cusiana, que surte al interior del país.
Pero tal vez lo mejor del negocio fue la adquisición del 24 por ciento que tenía BP en el oleoducto Ocensa. Ese oleoducto, el cual es operado por Ecopetrol en asocio con la francesa Tepma (Total), está trabajando a su máxima capacidad de 450.000 barriles diarios.
La decisión de aliarse con Talisman también fue una jugada magistral que ha sido destacada por los analistas. Para empezar, reduce el riesgo financiero. Segundo, le permite a la nueva compañía que reemplazará a BP Exploration Colombia obrar independientemente y sin las restricciones que afectan a veces a la empresa estatal. Ya ha utilizado exitosamente ese experimento cuando compró Hocol y Propilco. En vez de integrarlas a Ecopetrol, las dejó continuar operando como compañías autónomas.
Talisman y Ecopetrol son también socios en el bloque Niscota, en el que el año pasado anunciaron un importante descubrimiento. Este bloque colinda con el contrato Piedemonte, donde están los campos Floreña y Pauto, los mismos que acaban de adquirir de BP las dos petroleras.
Aunque Ecopetrol era socio de BP en todos los contratos y oleoductos que adquirió la semana pasada -lo que hizo fue aumentar su participación en los mismos-, los intereses de las dos empresas muchas veces divergían. La producción colombiana representaba menos del dos por ciento del total de BP en el mundo. Era difícil para la filial local persuadir a sus jefes en Londres de la necesidad de arriesgar más y más recursos en campos en declinación. El propio Hayward, el saliente presidente de BP, lo reconoció cuando dijo que "tiene sentido que los activos vayan a dueños que estarían más dispuestos que BP en invertir en su futuro desarrollo".
En cambio, Talisman y Ecopetrol, que son socios también en Perú, parecen estar en la misma onda. "El negocio cuadra perfectamente en nuestro plan estratégico", dijo Javier Gutiérrez, presidente de Ecopetrol. "Son activos extraordinarios que nuestro equipo conoce bien", afirmó por su parte John Manzoni, presidente de Talisman. No es casualidad. Manzoni fue miembro de la Junta Directiva de BP y su vicepresidente de exploración trabajó con BP Colombia durante varios años -igual que su similar en Ecopetrol-. Talisman, curiosamente, era parte de BP hasta 1992.
Durante años BP fue la petrolera más importante de Colombia. Operaba los campos más grandes y era un actor de primer orden en la industria. Su salida señala el fin de una era y la llegada definitiva de Ecopetrol a las grandes ligas. Es el nuevo Goliat de Colombia.
No deja de ser irónico que en una de sus últimas actuaciones como presidente de BP, Hayward fuera el encargado de autorizar la venta de la compañía que le dio tantos éxitos en Colombia
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