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lunes, 7 de marzo de 2011

José Vicente Rangel: Silencios y complicidades | Últimas Noticias


1. Nada como aguardar a que la incontinencia verbal de los diplomáticos norteamericanos, su afán por reportar al Departamento de Estado todo cuanto les informan, confidencialmente, mandatarios del mundo, cancilleres, ministros, militares, políticos, empresarios, aflore a través de Wikileaks y otros canales para confirmar lo que en determinado momento se considera maniobra o recurso para confundir a la opinión pública. Ocurrió con el tema Colombia. El Gobierno venezolano denunció las intenciones del expresidente Álvaro Uribe de realizar en territorio nacional acciones armadas -similares a las de Ecuador, en función de la peregrina tesis de llevar al derecho internacional la legítima defensa-, con el pretexto de la existencia de campamentos guerrilleros colombianos. Ese plan uribista, y de los sectores más reaccionarios del vecino país, lo reforzó la instalación de bases militares de EEUU, situación que condujo a la ruptura de relaciones y a la creación de un clima prebélico. 
2. Por fortuna, el sucesor de Uribe, Juan Manuel Santos, resultó poseedor de una fuerte dosis de pragmatismo, tanto así que logró la candidatura y luego la presidencia de la República, ocultando su verdadero propósito: actuar con sensatez, comportarse como un estadista, y superar la situación que colocó al borde del abismo la relación con el país más importante de la región para Colombia en lo político, lo económico y comercial.
3. La oposición venezolana, cegada por el antichavismo y por el interés de generar conflictos que conduzcan al derrocamiento de Chávez, optó por reaccionar con actitudes que daban la razón a Uribe. Silenció la provocación y, al mismo tiempo, se sumó a la venenosa versión del gobierno colombiano sobre la actividad de la guerrilla en territorio nacional.
 Pero un diario, El Espectador de Bogotá -más serio que El Tiempo-, reprodujo por estos días lo que es la confirmación del plan uribista sobre Venezuela. El título de la información -tomada por Wikileaks de los diplomáticos norteamericanos-, es contundente: "Uribe quiso realizar acciones clandestinas en Venezuela para atacar  a las Farc". A partir de noviembre de 2006 fue patente la preocupación de Uribe, reflejada en un cable de la Embajada norteamericana, de no confrontar a Chávez y, al mismo tiempo, aprovechar "la porosa zona de la frontera para realizar operaciones contra narcotraficantes y terroristas en territorio venezolano". La Embajada reportó que Uribe utilizaba el espacio político de su aproximación a Chávez y "autorizaba operaciones clandestinas al otro lado de la frontera". El cable cursado recoge lo dicho por el asesor de Uribe, José Obdulio Gaviria: "somos los perfectos hipócritas". La situación llegó al extremo de preocupar a la Embajada que comentó: "la presión sin descanso a que tiene sometidos Uribe a los militares, podía estar quemando a los uniformados, o al menos creando una distancia entre ellos y el liderazgo civil".
4. Conclusión: la denuncia del Gobierno venezolano sobre el plan de Uribe de atacar el territorio nacional que habría desatado un conflicto de graves proporciones, fue cierta. Y la oposición, dado su nexo con el uribismo, lo sabía. Haciendo un ejercicio imaginativo, próximo a la realidad, hay que preguntar si la mezcla de silencios y complicidades de la oposición en ese momento crítico, no estimulaba la aventura, y cual hubiera sido su actitud de producirse la agresión en los términos en que fue concebida. No me gusta tildar de apátrida a nadie, pero la actitud de la oposición ante lo planificado contra Venezuela, está próxima a tan lacerante calificación. Por eso que ese sector le debe al país una explicación, consecuencia de un severo ejercicio autocrítico.
LA GATA Y LA BATEA
Todos debemos hacer política. La universalización de ésta es fundamental para que el ciudadano tome conciencia de sus derechos y obligaciones. Para que ejerza su capacidad crítica. No tengo objeción a que empresarios, religiosos, intelectuales, campesinos, obreros, amas de casa, estudiantes, asuman la política. Eso sí: con responsabilidad y con autenticidad. Nadie que se aprecie a sí mismo es apolítico. Pueda que no milite en un partido, que no se ubique en el espectro ideológico, pero es absurdo no involucrarse en lo que tiene que ver con el destino nacional y la vida en sociedad. ¿Por qué estas consideraciones? Las planteo luego de unas declaraciones del presidente de Fedecámaras, Noel Álvarez. 
No tengo motivos para dudar de la sinceridad de lo que dijo: "que las interpelaciones sólo son para que los ministros hablen de un país de fantasía, y para que el Gobierno hable del futuro como si estuviera en campaña". Se trata de una  declaración dada por un empresario que se involucra abiertamente en política, con las naturales consecuencias que eso acarrea. La más importante: la responsabilidad. Resulta que el presidente de Fedecámaras descalifica el mecanismo de la interpelación, consagrado en la Constitución en función del control de la gestión pública. La oposición, ahora presente en el Parlamento, solicitaba interpelar a los ministros de Chávez, lo cual se hizo. Habría que preguntarle a ese sector si comparte el criterio de Álvarez: que el esfuerzo de la oposición para estar en el Parlamento, el tiempo y el trabajo invertidos en el debate, carece de sentido. 
Tal banalización de un acto profundamente democrático, debe mover a Álvarez a reflexionar acerca de la opinión que le merece el funcionamiento de las instituciones. Luego está lo del futuro: resulta que a la oposición no le gusta que se hable del pasado y a Fedecámaras que se hable del futuro, ¿en qué quedamos?  ¿Hablar del presente? Muy bien, pero cada quien tiene su punto de vista sobre el presente, que no se puede desvincular del pasado ni del futuro. Sin duda: la gata se subió a la batea.

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