El Falso 9
Mundiales y Política. Capítulo I: Italia Campeón en la era del
Fascismo.
Pocos
países se han visto tan presionados para ganar como lo estuvo Italia cuando fue
sede en 1934, del Mundial de Fútbol. El país de la bota estaba gobernada por Benito
Mussolini. El fascismo quería demostrar la superioridad de su política y nada
mejor que un Mundial para hacerlo.
El equipo
campeón de 1930, Ururguay, no acudió como represalia a la no asistencia de los
itálicos a la cita de 4 años antes. Ha sido la única vez que un equipo campeón
no defendió su título. Se realizó una fase de clasificación para cubrir las 16
plazas programadas. Se eliminó también la fase de grupos y se realizó un
campeonato con eliminatoria directa.
El Mundial de 1934 fue usado por
Mussolini para exponer al mundo logros e ideas del fascismo italiano. También
tuvo una consecuencia en el campo: la
squadra azzurra gozó de arbitrajes parcializados a su favor en la
competencia.
Particularmente
fue notorio el arbitraje favorable a Italia en el partido contra España por los
cuartos de final. En un partido sumamente físico, duro, quedó empatado 1-1
luego de los 90 minutos y la prórroga. Por reglas del torneo, se repitió el
cotejo al día siguiente, con un triunfo azzurro 1-0, con España alineando solo
a 4 de los jugadores del partido anterior, porque los otros 7 habían acabado
lesionados. Zamora, el portero, había acabado con dos costillas fracturadas.
Los de
Vittorio Pozzo se deshicieron de Austria 1-0 en semifinales y disputaron la
grande finale ante Checoslovaquia, un equipo dinámico, con gran movilidad. Hay
versiones que indican que Mussolini hablo con los jugadores antes del juego y
les “sugirió” que había que ganar “a toda costa”. Uno de los jugadores
italianos era el argentino nacionalizado Luis Monti, que había disputado y perdido la final cuatro años
antes. Monti dijo varios años después: “En 1930, en Uruguay, me querían
matar si ganaba, y en Italia, cuatro años más tarde, si perdía”.
Alineados
antes de comenzar el partido, los jugadores italianos, como de costumbre, hicieron
el saludo fascista con el brazo derecho extendido, lo que también hizo el
árbitro del cotejo, el sueco Ivan Eklind. El partido terminó 1-1 tras 90 minutos, y en
la prórroga, Angelo Schiavio anotó el 2–1 a los 95, con lo que Italia levantó
su primera Copa del Mundo.
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