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lunes, 27 de septiembre de 2010

BAJO EL PICO DEL ÁGUILA

Por: Harrys Velásquez
BAJO EL PICO DEL ÁGUILA
El imperialismo de los Estados Unidos tiene su frenesí a fines del siglo XIX. Teodoro Roosevelt es su profeta. Desde 1884 venía sosteniendo a través de una serie de conferencias “que el gobierno ha de transformarse en instrumento de acción nacional” (Rangel, 1975, pág. 51). La visión de la sociedad comercial desarrollada por Roosevelt y sus seguidores inquirían el uso de la fuerza para proteger la riqueza acumulada por la gran potencia norteamericana.
La doctrina de seguridad nacional que estimuló Roosevelt era para la dominación de todo el hemisferio occidental, como única manera de garantizar el poderío económico alcanzado por los Estados Unidos. Se necesitaba de un gobierno poderoso que movilizara el sentimiento nacional. También se hace necesaria la presencia de un conflicto con una potencia europea. Para los fines, si Inglaterra o Alemania fueran humilladas por los norteamericanos daría por sentado la supremacía estadounidense en la región. La situación podría ser aprovechada por cualquier incidente que sucediera en las repúblicas del sur de América, entonces se impondrían por la fuerza.
El incidente que Roosevelt buscaba para poder demostrar la superioridad norteamericana en el continente, aparecerán con las ambiciones territoriales inglesas en el territorio Esequivo. “Del fondo de la selva que separa a Venezuela de la Guyana Inglesa vendrá la oportunidad ansiada por el cachorro que quiere pasar del gruñido al zarpazo”. (Rangel, 1975, pág. 54)
En 1830 un aventurero inglés míster Shombruk, coloca en la desembocadura del Orinoco la bandera inglesa y el Escudo de la Reina Victoria. Venezuela protesta y el invasor se retira. Desde 1850 en adelante, a pesar de existir los protocolos Lecúna-Wilson, los ingleses continúan adueñándose de la selva venezolana. En 1866 Antonio Guzmán Blanco plantea el asunto en la corte de Londres sin tener ningún resultado. En 1876 los ingleses llegan al río Yuruary, alarmado por la situación  Guzmán propone al Foreign Office regirse por el Derecho Internacional en el diferendo de la Guyana Esequiva. Venezuela, estimaba el “Ilustre Americano”, es la legítima dueña del territorio legado por la herencia española debidamente reconocido en tratados internacionales. Los ingleses mientras tanto tienen aspiraciones desde la punta de Barinas hasta las cúspides de Roraima. Venezuela se ciñe al Derecho pero carece de tropas que reafirmen el territorio.
Para 1880 Inglaterra ya tiene posesión del territorio indefenso por los venezolanos, quienes desesperados recurren al auxilio de los Estados Unidos y de la doctrina Monroe, América para los americanos. Pero los norteamericanos se niegan a interceder en el conflicto excusándose en la soberanía de cada uno de los Estados. En 1886 los ingleses amenazan los establecimientos mineros de Guayana, cuya producción equivale al 6% de todas las proporcionadas por las minas de oro a nivel mundial. Guzmán desafía con la guerra al ministro inglés en caracas, pero sólo blofeaba. Lo que en realidad si hacía era rogarle a Washington para que intervinieran en los asuntos venezolanos.
En 1890 los ingleses establecen a través de sus navíos un peaje marítimo en las bocas del Orinoco. Además ocupan el territorio y los caseríos poblados. El nuevo Presidente venezolano, el Dr. Raimundo Andueza Palacio se indigna con aquella arbitrariedad inaceptable dentro de las naciones civilizadas. En el Congreso de la república se levanta una voz desconocida, quién interpela al Presidente y lo alienta a que pase de las palabras a los hechos declarándole la guerra a Inglaterra por haber hollado el suelo patrio, era el diputado por el Gran Estado de Los Andes Cipriano Castro. Andueza sin embargo pertenecía a la categoría de “presidentes putañeros” (Rangel, 1975, pág. 57) y el incidente pronto será olvidado.
En 1894 un comisionado inglés ocupa la margen derecha del río Cuyuní, hace descender la Bandera Nacional de su sitio y arresta a los pocos funcionarios venezolanos destacados en la zona. Pero, esta vez la diplomacia del Derecho Internacional y la de la súplica no tendrán tiempo de reaccionar. Desde las selvas y apelando a la maña que impone la guerra de guerrillas vistas hace poco en Santa Inés y en las Queseras del medio, un atrevido Capitán de apellido Domínguez logra recuperar la posición usurpada por los ingleses, obligándolos a abandonar y entregar los territorios robados. La noticia es conocida en los Estados Unidos en 1895, la opinión pública dirigida por los medios impresos se vuelcan sobre el asunto tomando ribetes nacionalistas, si los norteamericanos permitimos, se dicen, que Inglaterra invada Venezuela, se habrá acabado la supremacía norteamericana en toda la América.
Roosevelt se pone en movimiento, Venezuela poco importa para sus planes imperiales, la intención se muestra satisfactoria para poder dominar y humillar a la Gran Bretaña. En diciembre de 1895 consigna en el Senado una proposición para investigar el asunto entre la Gran Bretaña y Venezuela y a instruir al secretario de Estado para interferir. El Presidente Cleveland a través de su Secretario de Estado invita a los ingleses al arbitraje y evitarse un conflicto con ellos. Londres sólo da evasivas, dando a entender que ese asunto no era de los norteamericanos. En diciembre de 1895 el senado norteamericano aprueba la moción para la intervención militar en el conflicto y restablecer la posición del país que tuviera la razón.
En los primeros días de 1896 el problema fue resulto por el Presidente Cleveland, enviándole a Inglaterra un mensaje conciliatorio, “Estados Unidos es la primera potencia del hemisferio occidental y su voluntad es ley. Arbitraje con Venezuela o guerra”. (Rangel, 1975, pág. 59) Inglaterra acepto el arbitraje al cual se había negado desde 1876, no sin antes negociar con los norteamericanos su aceptación de supremacía en las Américas, pero quedándose con el territorio de la Guyana Esequiva hasta ese momento venezolano.
Los venezolanos vieron con alivio la intervención de los norteamericanos en las disputa con los ingleses porque suponían que desaparecerían las apetencias inglesas. El Presidente Crespo, sus ministros, los notables de Caracas y el pueblo en general expresaron su inmenso júbilo, por fin terminarían las incursiones inglesas en Guayana. Pero lo que lograron fue los Estados Unidos, la gran potencia mundial, se convirtiera en el árbitro de las controversias domésticas. Washington solo esperaba acatamiento a sus normativas.
Desde el punto de vista de la política internacional, el incidente de Guayana en Venezuela, sirvió para avasallar a Europa a los intereses norteamericanos configurándose de esta manera una nueva relación del poder mundial, la hegemonía norteamericana.

Bibliografía


Rangel, D. A. (1975). Gomez, El Amo Del Poder (5a. edición ed.). (V. H. Editores, Ed.) Valencia, Carabobo, Venezuela: Vadell Hermanos Editores.



1 comentario:

Gabriel Iachini dijo...

Wao!! primeramente me parece una excelente reseña histórica que encaja perfectamente con la actualidad. Que interesante se ve el libro.
En cuanto al análisis de fondo, estoy de acuardo con tu perspectiva, sin embargo considero que más que la hegemonía norteamericana, fue un ejemplo claro de la delimitación de áreas de influencia entre dos potencias del momento, por un lado el moribundo, por asi llamarlo imperio británico, y el naciente imperialismo estadounindense.
Realmente su irrupción como superpotencia (EUA) es como ya sabemos posterior a la segunda guerra mundial. Bajo ese contexto histórico de finales del siglo XIX, se gestaba como bien señalas la conformación de un nuevo orden, donde se buscaba la generación de un conflicto de "baja intensidad" que acelerara y provocara la aceptación de nuevas reglas. Resulta muy interesante, y es además ejemplo de como se vienen observando las relaciones internacionales en la actualidad, donde nos encontramos en un "step level" donde el viejo orden no termina de morir y el nuevo orden no termina de nacer.
Finalmente, con respecto a Venezuela, se observa como desde el moemnto mismo de nuestra independecia hemos estado "bajo el pico del águila"; de allí la importancia de la comprensión de nuestros retos y desafios de cara al nuevos tiempos históricos.

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