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viernes, 29 de julio de 2011

La vaca petrolera

Pero es paradójico observar que, en lugar de retener parte de sus voluminosas utilidades, que superaron el año pasado los $6 billones y prometen superar los $8 billones este año, tenga que salir a buscar en el mercado estos recursos.

Una sana práctica administrativa dicta que los recursos más baratos para cualquier empresa son aquellos generados por su propio objeto de negocio; sin embargo, debido a que el dueño mayoritario de Ecopetrol es un gobierno que mantiene un desbalance estructural entre sus egresos versus sus ingresos, necesita exprimirle la caja a la empresa para cubrir su déficit fiscal. 

En el fondo, la captación de recursos por parte de la petrolera podría equipararse a un recaudo de impuestos, salvo que en este caso el contribuyente recibe a cambio participación en la propiedad de la empresa.

No es la primera vez que el Gobierno acude a este tipo de maniobras para conseguir recursos fiscales. Ya en los años 70 y 80 del siglo pasado, la famosa Cuenta Especial de Cambios, administrada por el Banco de la República, escondía un perverso mecanismo de financiación del gasto público mediante emisión primaria de dinero. En el actual caso los recursos captados por Ecopetrol buscan compensar el flujo de caja interno que se lleva mediante reparto de utilidades el Gobierno que, irónicamente, se enorgullece de la nueva Ley de Estabilidad Fiscal que habla de ahorro, pero que en la práctica no ejecuta, ordeñando progresivamente a esta vaca petrolera.

Ahora bien, el negocio petrolero es altamente intensivo en inversiones de capital. Por ejemplo, Petrobras se dispone a conseguir el equivalente a $150 billones y, si el Gobierno colombiano no permite el ahorro o reinversión de las utilidades a Ecopetrol, no me cabe duda de que vendrán nuevas emisiones, tanto de acciones como de bonos, presionando su estructura financiera hacia un mayor nivel de deuda que deberá ser premiada con aumento del éxito exploratorio.

De lo contrario, la aventura puede ser decepcionante si se subestima el alto riesgo que implica la actividad petrolera. Por lo menos en esta reforma tributaria disfrazada el contribuyente recibe una esperanza.

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