Páginas

domingo, 10 de julio de 2011

Enferma el Presidente

LUIS BRITTO GARCÍA | PARE DE SUFRIR |
Enferma el Presidente
1 El Presidente entra a su despacho en Miraflores. Sobre el escritorio, las publicaciones extranjeras que desde hace años lo insultan y amenazan. En la pared, el gran mapa con el proyecto de unir Ecuador, Colombia, Venezuela y Nicaragua para resucitar la Gran Colombia.
El Presidente lo contempla. ¿Por qué no? Ha vencido el bloqueo y bombardeo de 15 acorazados de tres potencias imperiales agavilladas con los acreedores de la deuda; ha desbaratado el alzamiento de caudillos locales apandillados con las empresas del asfalto. ¿Qué podría evitar el cumplimiento del sueño de Bolívar? Un edecán toca la puerta, se cuadra, anuncia: "Mister Russell, embajador de Estados Unidos". 
2 Russell anuncia, amenazador, que Estados Unidos considera inaceptable la sentencia que condena a la empresa asfaltera de su país, New York and Bermúdez Company, a pagar a Venezuela 24.178.336,47 bolívares. El presidente Cipriano Castro contesta que, por financiar un alzamiento criminal, su compañía destruyó bienes y vidas venezolanas, obligó a crear impuestos de guerra, disminuyó los ingresos aduaneros. Russell refunfuña: "Tampoco se nos ha consultado sobre el plan de nacionalizar esa empresa". Contesta el Presidente que Venezuela no consulta con otros países sus decisiones, porque para eso es soberana. 

El gringo toma un periódico de la mesa: "Usted también anula el contrato de salinas; deja sin efecto concesiones ferrocarrileras hechas a Alemania; anula el monopolio de los fósforos… Aquí escribe César Zumeta en La Semana que "la doctrina comunista que el señor Bohórquez preconiza con sinceridad filosófica en Maracaibo, Castro la practica en Caracas". El Presidente contesta que "las salinas son propiedad de la nación. Los ferrocarriles han incumplido sus contratos. La Bermúdez Company pretende un contrato inconstitucional que la haría inmune a los impuestos. Sobornaron con 10 mil dólares al representante de Estados Unidos, mister Bowen. ¿Es ese el precio del honor de su país?". Mister Russell ve rojo, anuncia que Estados Unidos rompe relaciones con Venezuela. 

Semanas después, Cipriano Castro despierta entre vapores de cloroformo y gasas ensangrentadas. Su médico Revenga lo ha operado de una grave dolencia del riñón, que los áulicos atribuyen a la fatiga de sus duras campañas y los enemigos a francachelas con damiselas y brandy. La operación ha sido un éxito, pero el enfermo morirá si no lo interviene el cirujano Israel, del Instituto Hygeia, de Berlín. Éste no quiere venir a la Venezuela que la prensa internacional desacredita. El Presidente deberá viajar al exterior. 

Jamás se vio mayor manifestación de solidaridad y pleitesía que la que rinde a Cipriano Castro la asfixiante camarilla de adulantes, áulicos, oportunistas y figurones que lo rodea y lo separa de los milicianos andinos que lo llevaron al poder. Deja encargado de la presidencia al más incondicional de los incondicionales, Juan Vicente Gómez. Este da un golpe a traición contra el compadre que se opera en Alemania; tres acorazados de Estados Unidos custodian la transmisión de mando. Jamás se vio mayor manifestación de pleitesía y solidaridad que la de los mismos figurones al nuevo Jefe. 

Castro todavía sobrevive a un largo exilio, a un atentado a balazos y a un intento de soborno del comandante naval de las Fuerzas de Estados Unidos en el Caribe en 1917. El compadre Gómez no quiere meter a Venezuela en la Primera Guerra Mundial, los estadounidenses ofrecen a Cipriano apoyo para que gobierne a Venezuela bajo la tutela norteña. Ásperamente, Castro aprueba la no participación en la Guerra y despide al oficial: "¡Prefiero morir solo y pobre, y desterrado, que presidir una prosperidad custodiada por Estados Unidos! ¡A ese precio no regreso!". 

Son sucesos de apasionante actualidad, que algún día veremos en una película del maestro Román Chalbaud.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario