17 de mayo 2011..-El fundador de la controvertida empresa de seguridad Blackwater —cuyos empleados hacen frente a cargos criminales por el asesinato de civiles en Iraq— está creando una fuerza paramilitar de mercenarios extranjeros en Abu Dabi, según se ha afirmado.
Combatientes de Colombia y Sudáfrica han volado al emirato, cuyos gobernantes suníes están profundamente inquietos por el descontento popular de la “primavera árabe”.
Erik Prince, que ha vendido su participación en Blackwater, había negociado un acuerdo de 529 millones de dólares para formar un batallón de 800 efectivos con el jeque Mohammad bin Zayed, el príncipe heredero de Abu Dabi entrenado en la [academia británica] Sandhurst, quien es el gobernante efectivo de Emiratos Árabes Unidos, según se ha informado.
Al parecer, algunos de los reclutas de Sudáfrica son veteranos de Executive Outcomes, creada en los años noventa por, entre otros, Simon Mann, un ex oficial del SAS británico que más tarde fue encarcelado en Guinea Ecuatorial por su participación en el denominado “golpe Wonga”, el intento de derrocar al despótico dirigente del país.
Los documentos que detallan el acuerdo de Abu Dabi obtenidos por The New York Times parecen demostrar los detalles de cómo los guardias importados se encargarían de defender oleoductos y rascacielos de ataques terroristas y de sofocar revueltas internas.
La legislación federal estadounidense prohíbe que ciudadanos de Estados Unidos entrenen a tropas extranjeras si no obtienen un permiso del Departamento de Estado.
Mark C. Toner, portavoz del Departamento, no ha querido confirmar si la empresa del Sr. Prince ha obtenido dicha licencia pero ha afirmado que el Departamento estaba investigando si las labores de formación violaban las leyes estadounidenses.
El Sr. Toner ha señalado que Blackwater (que cambió su denominación por la de Xe Services) pagó el año pasado 42 millones de dólares en concepto de multas por entrenar a tropas extranjeras en Jordania y en otros países en los últimos años.
El embajador de Emiratos Árabes Unidos en Washington, Yusef al-Otaiba, ha declinado hacer comentarios para este artículo. Un portavoz del Sr. Prince se ha negado igualmente a hacerlos.
Las cláusulas del contrato muestran que el gobierno de Abu Dabi se ha comprometido a proporcionar armas y equipamiento para la fuerza mercenaria y a suministrar de todo, desde rifles M-16 a morteros, a cuchillos Leatherman y Land Rovers. Han acordado la compra de paracaídas, motos, mochilas y 24.000 pares de calcetines.
El nombre del Sr. Prince no aparece en los contratos sobre la formación del batallón. Según The New York Times, miembros internos de la empresa han tratado en ocasiones de ocultar su identidad refiriéndose a él por el nombre en clave de “Kingfish”. Tres antiguos empleados y dos personas vinculadas a la contratación de seguridad han descrito al periódico el papel del Sr. Prince como central.
Ex miembros del SAS británico y de la Legión Extranjera Francesa forman parte de los efectivos que se utilizan para organizar cursos en una base para mercenarios situada en la ciudad militar de Zayed. A algunos de estos entrenadores les atrajo ocupar puestos en Afganistán e Iraq por unos salarios de más de 200.000 dólares al año.
Las deficiencias de habilidad por parte de los colombianos han hecho que el papel de los formadores se haya modificado pasando a participar activamente en futuras operaciones junto a sus cargos. Con el fin de reforzar la calidad de combate de la fuerza mercenaria se han llevado a los sudafricanos, incluidos los que habían servido en Executive Outcomes.
Un ex miembro de la Policía Nacional Colombiana, de 42 años de edad, Calixto Rincón, formó parte del primer grupo de reclutas que llegó al campamento.
Ahora está de vuelta en Bogotá tras una operación de hernia y afirma que el visado que porta cuenta con un sello especial de la rama de la inteligencia militar de los Emiratos Árabes Unidos, la que supervisa todo el proyecto, lo que le ha permitido desplazarse por aduanas y puestos de inmigración sin ser interrogado.
“Éramos prácticamente un ejército de los Emiratos”, afirma Rincón. “Querían gente que tuviera mucha experiencia en países con conflictos, como Colombia”.
Pero se enfrentaron a graves restricciones. “No se nos permitía ni mirar desde la puerta. Únicamente estábamos autorizados a salir fuera para correr por la mañana y lo único que podíamos ver era arena por todas partes”.
Combatientes de Colombia y Sudáfrica han volado al emirato, cuyos gobernantes suníes están profundamente inquietos por el descontento popular de la “primavera árabe”.
Erik Prince, que ha vendido su participación en Blackwater, había negociado un acuerdo de 529 millones de dólares para formar un batallón de 800 efectivos con el jeque Mohammad bin Zayed, el príncipe heredero de Abu Dabi entrenado en la [academia británica] Sandhurst, quien es el gobernante efectivo de Emiratos Árabes Unidos, según se ha informado.
Al parecer, algunos de los reclutas de Sudáfrica son veteranos de Executive Outcomes, creada en los años noventa por, entre otros, Simon Mann, un ex oficial del SAS británico que más tarde fue encarcelado en Guinea Ecuatorial por su participación en el denominado “golpe Wonga”, el intento de derrocar al despótico dirigente del país.
Los documentos que detallan el acuerdo de Abu Dabi obtenidos por The New York Times parecen demostrar los detalles de cómo los guardias importados se encargarían de defender oleoductos y rascacielos de ataques terroristas y de sofocar revueltas internas.
La legislación federal estadounidense prohíbe que ciudadanos de Estados Unidos entrenen a tropas extranjeras si no obtienen un permiso del Departamento de Estado.
Mark C. Toner, portavoz del Departamento, no ha querido confirmar si la empresa del Sr. Prince ha obtenido dicha licencia pero ha afirmado que el Departamento estaba investigando si las labores de formación violaban las leyes estadounidenses.
El Sr. Toner ha señalado que Blackwater (que cambió su denominación por la de Xe Services) pagó el año pasado 42 millones de dólares en concepto de multas por entrenar a tropas extranjeras en Jordania y en otros países en los últimos años.
El embajador de Emiratos Árabes Unidos en Washington, Yusef al-Otaiba, ha declinado hacer comentarios para este artículo. Un portavoz del Sr. Prince se ha negado igualmente a hacerlos.
Las cláusulas del contrato muestran que el gobierno de Abu Dabi se ha comprometido a proporcionar armas y equipamiento para la fuerza mercenaria y a suministrar de todo, desde rifles M-16 a morteros, a cuchillos Leatherman y Land Rovers. Han acordado la compra de paracaídas, motos, mochilas y 24.000 pares de calcetines.
El nombre del Sr. Prince no aparece en los contratos sobre la formación del batallón. Según The New York Times, miembros internos de la empresa han tratado en ocasiones de ocultar su identidad refiriéndose a él por el nombre en clave de “Kingfish”. Tres antiguos empleados y dos personas vinculadas a la contratación de seguridad han descrito al periódico el papel del Sr. Prince como central.
Ex miembros del SAS británico y de la Legión Extranjera Francesa forman parte de los efectivos que se utilizan para organizar cursos en una base para mercenarios situada en la ciudad militar de Zayed. A algunos de estos entrenadores les atrajo ocupar puestos en Afganistán e Iraq por unos salarios de más de 200.000 dólares al año.
Las deficiencias de habilidad por parte de los colombianos han hecho que el papel de los formadores se haya modificado pasando a participar activamente en futuras operaciones junto a sus cargos. Con el fin de reforzar la calidad de combate de la fuerza mercenaria se han llevado a los sudafricanos, incluidos los que habían servido en Executive Outcomes.
Un ex miembro de la Policía Nacional Colombiana, de 42 años de edad, Calixto Rincón, formó parte del primer grupo de reclutas que llegó al campamento.
Ahora está de vuelta en Bogotá tras una operación de hernia y afirma que el visado que porta cuenta con un sello especial de la rama de la inteligencia militar de los Emiratos Árabes Unidos, la que supervisa todo el proyecto, lo que le ha permitido desplazarse por aduanas y puestos de inmigración sin ser interrogado.
“Éramos prácticamente un ejército de los Emiratos”, afirma Rincón. “Querían gente que tuviera mucha experiencia en países con conflictos, como Colombia”.
Pero se enfrentaron a graves restricciones. “No se nos permitía ni mirar desde la puerta. Únicamente estábamos autorizados a salir fuera para correr por la mañana y lo único que podíamos ver era arena por todas partes”.
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